Al fin me quité las ganas de comer una chorrillana y tomarme un buen shop. Para eso tuve que ir, obviamente, a Valparaíso, ya que allí es donde las chorrillanas son realmente sabrosas; una inyección de colesterol al organismo, cierto, pero muy sabrosas. El lugar elegido fue el siempre recomendado Mastodonte, que es ideal para ir con mucha hambre, poca plata, y donde se vende la exquisita Cerveza del Puerto (en sus tres variedades: rubia, pale ale y negra). El local no defraudó, y pude volver con una sonrisa estomacal a Santiago.
El asunto es que esto me lleva a una pregunta importante: ¿por qué sólo en Valparaíso las chorrillanas son tan ricas si no cuesta tanto hacerlas?
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