jueves, 27 de noviembre de 2008

La solución para el verano


¿Quiere tener abdominales planos sin tener que moverse de su cama? ¿quiere sentir que una bala rebotaría contra su abdomen de acero? ¡En TSRI tenemos la solución!

Nuestros expertos han desarrollado un método que es infalible en estas situaciones, y muy sencillo: ¡Enférmese de cualquier cosa no grave que lo haga toser mucho! Así usted verá que, después de una semana de estar enfermo, donde recibirá toda la atención de sus seres queridos y será infinitamente mimado/a, saldrá con un trabajo abdominal que ya se lo quisiera cualquier fisicoculturista.

¡Alrededor del mundo, más de 3 mil millones de personas han probado el método, y todos concuerdan en su eficacia! ¡3 mil millones!

Así que, no espere más, y entreguese al ejercicio más simple que puede hacer sin tener que pasar por el desgaste mental que significa pensar en ejercicio. Puede trabajar los abdominales mientras ve televisión, mientras habla por teléfono e incluso mientras come. Es un producto sensacional. ¡Nuestras operadoras están esperando! ¡Llame ya!

miércoles, 26 de noviembre de 2008

After Eight


Ya pasaron las 8 de la tarde, y un rico te negro con pimienta, cardamomo, cáscaras de naranja, jengibre y otras cosas que no recuerdo, acompañado por una tableta de after eight, consiguen que la tarde sea especial hoy.

Enjoy!

Echar de Menos


"Echar de menos", simples tres palabras, y que nos dicen mucho más de lo que, a veces, nos gustaría. Cuando chico nunca las entendí: les decía a mis tías que las iba a echar de menos cuando volvía al sur, sin tener la menor idea de qué significaba echar de menos. De hecho, la misma frase me parecía una tontera, ¿echar de menos? ¿cómo es eso? ¿despreciar poco a alguien? jaja.

Ya varios años más tarde me enteré de qué es esa cosa. Echar de menos. Extrañar. Estar un tanto atado a algún momento, a alguna persona, a algún lugar. Porque de eso se trata al final, ¿no? Echas de menos y, en ese instante, quieres eso que extrañaste de vuelta en tu vida. Te ves en tu propio espejo y la visión aparece: hermosa, idealizada, sin nada malo. Y está bien, no hay nada que hacer al respecto, la sensación aparece y se te queda algún rato. ¿Y después? ¿se puede hacer algo?

Porque a veces podemos tratar de volver atrás, ¿no? Abrazar la idea, tomar la visión, y lanzarse a recuperarla. Hundirnos en nuestros recuerdos seleccionando los que más nos gusten para así poder armar la realidad más bonita que podamos para poder seguir viviendo en una ilusión de ésta y estar felices. Es un bonito pensamiento, pero en mis apenas 23 y algo años de vida (podría ser más específico, pero para qué :D ) me he dado cuenta que eso no resulta si es que quieres seguir hacia adelante. Así, echar de menos muchas veces sólo se convierte en una sensación que te acompaña, sobre todo si se echa de menos algo que te lleva mucho tiempo atrás. Los procesos son irreversibles, la entropía siempre aumenta, y en mi vida eso se ha ido cumpliendo bastante bien. Lo que quedó atrás allá quedó, y es parte de los recuerdos que nos acompañan, y que de repente saltan a la vista como para decirte, de alguna forma, "¡hey! ¡no me olvides!".

Esos recuerdos nos atan a nuestro pasado, y la verdad es que yo no puedo entenderme ahora mismo como soy sin poder verme uno, o dos años atrás. Tengo mis ataduras, como toda la gente que conozco, pero varias las he roto y he podido avanzar, no se hacia donde, pero he podido avanzar, y se ha sentido bien hacerlo. Y esa es la sensación que me queda al final del día: que he avanzado en alguna dirección.

Y es esa la sensación que me ayuda a levantarme al día siguiente. Contra algunas ataduras podré hacer poco o nada, ya que son muy profundas, pero con montones (realmente montones) de ellas he podido hacer algo. No se bien qué ha sido, pero algo ha pasado que ya (casi) no están. De repente eso me hace un poco desapegado hoy en día, un poco despreocupado incluso, pero es el momento que estoy viviendo. Y me gusta. Mucho.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Simple


Domingo por la tarde y el aburrimiento acecha. Él sabe que tiene muchas cosas que hacer, pero el ánimo no está, las ganas se fueron en un viaje a Júpiter la noche anterior y aún no vuelven. Quien sabe, quizás vuelvan con algún recuerdo joviano.

Domingo por la tarde y el resfrío aparece. La tos no deja pensar, no deja actuar, no deja comer. Por un momento el día comienza a ponerse realmente negro, hasta que un sonido en la puerta suena: es ella, la inesperada y agraciada visita.

Sonríen al mismo tiempo, y las miradas se dicen todo; no hay tiempo que perder, así que salen en busca de la montaña y luego de la Luna. Caminan sin cansarse, avanzan sin aburrirse ni cuestionandose nada, sólo avanzan, felices, llenos, simples. Al llegar a la Luna consiguen mirar hacia atrás y se dan cuenta del camino que han dejado. La nostalgia los invade por un instante, y más de una lágrima asoma en sus ojos para luego caer en el polvo lunar, alimentando a las semillas de futuras generaciones que estarán allí algún día, con alguna forma que ninguno de los dos consigue vislumbrar. El tiempo transcurre, pero sólo para el mundo y el universo, ellos saben que están fuera de eso por ahora, y están seguros de que no quieren volver allí. Los lazos se van perdiendo, pero ya no es triste, porque saben que estarán en todos los lugares, acompañando a todo s a la vez.

Se sonríen nuevamente. Sus manos se funden y un resplandor rellena el cielo por un instante. Ya no están, no en la forma en que tenían antes al menos. Ahora son más felices, ahora las complicaciones quedaron atrás. Simples, así son ahora.


lunes, 17 de noviembre de 2008

Tarde calurosa


Una tarde calurosa y pesada. La mañana anunciaba un día así, pero nadie lograba imaginar cuan pesada iba a ser la tarde. La naturaleza tenía pinta de que iba a seguir atormentandola, pero ella estaba allí parada, esperando, esperando.

Ya sabía que algo iba a venir, alguien iba a aparecer, y debía esperarlo allí.

A lo lejos, dos hermanos peleaban por teléfono. Ella comenzó a sentirse angustiada. Desde dentro del pecho sentía que algo golpeaba muy fuerte, y el aire empezó a acabársele. Se ahogaba, pero tenía que seguir allí, tenía que conseguirlo, aunque con ello se le fuera la vida.

La luz del día comenzó a irse. La nubes se empezaban a tomar el cielo, pero no alcanzaban a matar el calor. Cada instante la tarde estaba más calurosa, más sofocante. Ella intentó tomar aire, pero no lo consiguió. Su piel comenzó a ponerse morada en el mismo instante en que una moneda se le cayó a un tipo que iba caminando por la calle.

Fue allí cuando se dio cuenta de que iba a morir. Y no tuvo miedo esta vez.

Un paso resonó en sus oídos; alguien se acercaba. Dos pasos, tres pasos, cuatro pasos. El aire se fue junto con la conciencia, y el mundo se convirtió en un lugar oscuro y silencioso.

Oscuro y silencioso, pero seguía haciendo calor. Demasiado. La mente no volvió, y los pasos se alejaron.