lunes, 17 de noviembre de 2008

Tarde calurosa


Una tarde calurosa y pesada. La mañana anunciaba un día así, pero nadie lograba imaginar cuan pesada iba a ser la tarde. La naturaleza tenía pinta de que iba a seguir atormentandola, pero ella estaba allí parada, esperando, esperando.

Ya sabía que algo iba a venir, alguien iba a aparecer, y debía esperarlo allí.

A lo lejos, dos hermanos peleaban por teléfono. Ella comenzó a sentirse angustiada. Desde dentro del pecho sentía que algo golpeaba muy fuerte, y el aire empezó a acabársele. Se ahogaba, pero tenía que seguir allí, tenía que conseguirlo, aunque con ello se le fuera la vida.

La luz del día comenzó a irse. La nubes se empezaban a tomar el cielo, pero no alcanzaban a matar el calor. Cada instante la tarde estaba más calurosa, más sofocante. Ella intentó tomar aire, pero no lo consiguió. Su piel comenzó a ponerse morada en el mismo instante en que una moneda se le cayó a un tipo que iba caminando por la calle.

Fue allí cuando se dio cuenta de que iba a morir. Y no tuvo miedo esta vez.

Un paso resonó en sus oídos; alguien se acercaba. Dos pasos, tres pasos, cuatro pasos. El aire se fue junto con la conciencia, y el mundo se convirtió en un lugar oscuro y silencioso.

Oscuro y silencioso, pero seguía haciendo calor. Demasiado. La mente no volvió, y los pasos se alejaron.

1 comentario:

LeLuTeapot dijo...

Te hace mal el calor...