En mi vida creo haber estado dos veces enamorado. De una de esas dos estoy más seguro, de la otra... pues no lo termino de decidir aún: mi parte racional y mi parte irracional pelean siempre allí, tratando de decidir qué es lo que más me conviene creer y qué es lo que realmente debo aceptar. Lo innegable, eso sí, es que el amor ha estado presente en mi vida, de alguna forma u otra, como a todos los seres humanos les ha pasado (espero).
El asunto es cuando el amor que sientes por otra persona comienza a entrar en conflictos con tu vida diaria y/o con la relación que tienes con esa persona. Las situaciones son siempre complicadas y se ven cosas que, racionalmente, no se pueden sostener. Todo en nombre del sentimiento que guardas, todo en nombre de esa esperanza de que satisfacer lo que te pide ese sentimiento te hará feliz. A veces lo dejas todo en tu carrera por conseguir esa felicidad, otras te resignas y sufres terribles penas (de las cuales mucha gente no se recupera jamás). Muchas otras veces cambias tu esencia en pos de ese amor, en pos de mantenerte al lado de la persona que amas... y en pos de los celos porque no soportarías que esa persona no estuviera con alguien más que tú.
Durante toda nuestra vida siempre recibimos historias que nos cuentan cómo personas se pierden en la aventura de encontrar y satisfacer su amor; se nos advierte de las consecuencias, se nos cuenta qué cosas no debemos hacer, cosas que hacemos al instante, por supuesto. Así y todo, las preguntas son muchas, y algunas de ellas son: ¿estamos preparados para amar los seres humanos? ¿seremos acaso demasiado tontos para entender el amor? ¿o seremos, por el contrario, demasiado inteligentes (racionalmente) para no ver la simpleza de las cosas? ¿queremos seguir la racionalidad o la irracionalidad en estas cosas?
Yo, al menos, siempre busco mi felicidad, y lo que me la define es algo siempre cambiante. A veces me lanzo a buscar ese amor, y a veces me deprimo por la falta de él. A veces soy feliz, otras no, pero creo que es importante tener claro que cuando tomas decisiones ya no puedes volver atrás, ¡y tampoco sirve, porque ya eres otra persona cuando miras para allá!
Al final, pareciera ser que hay que aventurarse nada más. Vivir las alegrías y las penas, pero siempre avanzar, y nunca quedarse demasiado tiempo en el estado en que estás. La reinvención es lo que me llama, y ojalá que algún futuro amor pueda entender esto y compartirlo conmigo.