jueves, 13 de marzo de 2008

Scream for me Chile!


El domingo pasado fue la culminación de una especie de "Maidenmanía" que se desató en nuestro país. Iron Maiden visitaba Chile por cuarta vez, la tercera con Bruce Dickinson en las voces, y además traía un show que contendría solamente clásicos. La efervescencia era gigantesca, y llegó a tal punto que las 28000 entradas se agotaron 50 días antes del concierto, algo completamente inaudito en un concierto de metal aquí. Todos esperábamos un brutal concierto, y los que habíamos visto el setlist llegábamos a soñar con cómo sonaría "Heaven can Wait" o "The rime of the ancient Mariner", de tal manera que la espera llevaba una ansiedad enorme asociada.

Pero para mí, al menos, este fue el concierto de Maiden al que que menos presté atención en el tiempo antes de él. De alguna manera estaba un tanto más ocupado que las otras dos veces que los había visto (2001 y 2004), ¡e incluso casi me quedo sin entrada! La ansiedad me atacó en la semana previa al concierto, donde comenzaba a recordar que, desde que escucho a la doncella (ya hace unos 9 años), soñaba con poder ver un concierto comenzar con "Aces High" y sentir toda esa adrenalina de estar en cancha con miles de personas esperando al estallido de la primera nota.

Y el día del concierto todo salió increíble. Después de una tibia partida de Lauren Harris (sí, la hija del jefe) y una espera de unos 40 minutos, se apagaron las luces y sonó "Transylvania" en los parlantes mientras las pantallas mostraban videos de lo que va de la gira. Inmediatamente después sonó la intro con un discurso de Winston Churchill, las primeras notas de Aces High... y la Pista Atlética estalló. En mi vida había cantado (perdón, gritado) con tanta emoción una canción como fue "Aces High"; era simplemente un sueño hecho realidad. De inmediato sonó "Two minutes to Midnight" y el "Scream for me Chile!" se escuchó por primera vez.

Ya con dos canciones tocadas toda la pista estaba entregada y los cánticos de apoyo a Maiden fueron tan fuertes que Dickinson no podía hablar; yo al menos nunca había visto que eso ocurriera en ningún concierto de Iron Maiden. Y es que el tipo estaba realmente emocionado, y no escatimó en halagos para el público chileno. Robándole el slogan a la radio Futuro, definitivamente no nos faltaba rock esa noche.

Después se fueron sucediendo clásicos tras clásicos. Todo era coreado, desde los solos de guitarras hasta los versos de las canciones, ¡y qué decir de los coros!. Pasaron "Revelations", "The trooper", "Wasted Years" y el ánimo no decaía. Cada canción llegaba más fuerte que la anterior y la banda sonaba al tope. Ya no recuerdo bien el orden, pero sonaron "The number of the beast", "Can i play with Madness?", y antes que tuvieramos tiempo de empezar a hacer un cántico de Maiden, sonaba la siguiente canción. Un momento espectacular fue cuando pasó "The Rime of the Ancient Mariner", que fue simplemente sublime. Inmediatemente después vino "Powerslave" para seguir con "Heaven can wait", y allí ver a un montón de fans arriba del escenario cantando el coro junto a Steve Harris me hizo recordar cuando veía el video "Maiden England" y sentí que se volvía a los 80, con la banda sonando como si tuvieran 20 años menos; la juventud del rock & roll le llaman algunos.

Después "Run to the Hills", "Fear of the Dark" e "Iron Maiden" (con el cyborg Eddie de tres metros de altura paseandose por el escenario y jugando con la banda incluído) terminaron la primera parte del show. En el bis, Dickinson siguió alabando al público chileno, pidiendo que le exigieramos a nuestras autoridades que terminen de reparar rápido el Estadio Nacional, porque Iron Maiden vuelve luego y vuelve a tocar allí, y la banda se alistó a tocar "Moonchild", con el problema de que la guitarra acústica de Dave Murray nunca sonó bien. Allí Dickinson la bautizó como "La guitarra de la Bestia", y comenzó a cantar Moonchild a capella con el público; luego comenzó la parte eléctrica del tema con toda la fuerz que tiene, para seguir con "The Clairvoyant" y dejar lo mejor para el cierre: "Hallowed be thy Name". Ésta última sonó impresionante, con 28000 gargantas cantando por todo el mundo y dejando en claro que no se corea Iron Maiden como se corea en Chile. Un enorme concierto, con muy sonido, con una banda entregada y extasiada por un público que, en palabras de Bruce Dickinson, "no tiene igual en todo el mundo".

Up the Irons!
¡Viva Chile!

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